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martes, 20 de enero de 2009

Cuando la mente puede más que el cuerpo



Drama: El maratón femenino, presente por primera vez en los Juegos de 1984, fue el escenario de un drama con la llegada patética de la suiza Gabriela Andersen-Scheiss. Titubeante, la suiza rechazó toda ayuda que la descalificarí­a. La agoní­a duró más de cinco minutos, el público la alentaba pero también pedía a los comisarios de pista que interviniesen. Gabriela Andersen-Scheiss se clasificó 37ª. Quince días más tarde, ya restablecida, participó en otra carrera.

Como fue la primera vez que la maratón se disputaba en categoría femenina, la escena abrió un amplio debate sobre lo aventurado de la decisión.

La historia del maratón ha ofrecido casos similares. En los Juegos de Londres, en 1908, Dorando Pietri llegó en solitario al estadio, se cayó cuatro veces y entró en la meta después de que un juez le ayudara. Fue descalificado, pero su ejemplo le valió el reconocimiento posterior de la corona inglesa, a petición de sir Arthur Conan Doyle, el creador del detective Sherlock Holmes, que entonces cubría la carrera para el Daily Mail.

En México 1970, todo el estadio Azteca, en México, esperó a un maratoniano de Tanzania, John Akhwari, que llegó de noche, con la pierna derecha vendada. Akhwari dijo que su país no le habían enviado desde 7.000 millas para empezar la prueba, sino para acabarla. Un cronista estadounidense escribió que momentos como aquel elevaban al atleta a la categoría de hombre.

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