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sábado, 15 de diciembre de 2007

Fiesta final de la AAU

Este post lo escribo a título estrictamente familiar y personal y no compromete la opinión de mis compañeros. Marcos.

En la noche de 14 de diciembre se realizó la fiesta final de la Agrupación de Atletas del Uruguay y la consecuente entrega de premios.

En el siguiente espacio debería existir una crónica del evento y algunas de las fotos registradas.




Debería decirse que, con gran orgullo, fuimos reconocidos por la AAU con una plaqueta por la construcción de este sitio desde donde, con la mayor de las convicciones, en forma honoraria y ocupando mucho tiempo de nuestra vida personal, intentamos profundizar la comunicación y comunión de los atletas.

En este espacio debió existir una foto del grupo y de muchos otros festejando y de otros tantos votando en el proceso electoral de la próxima directiva.



En el siguiente recuadro debería haber una foto del exquisito plato principal que se anticipara adecuadamente hace un tiempo en este sitio.



Aquí debió existir un comentario de la velada y de los buenos momentos dados por el reencuentro y el fruto de la labor de pocas personas que, con mucho esfuerzo personal y dedicación, intentaron que la noche fuera una fiesta.



Sin embargo, no habrá parte de eso ni nada de todo ya que me vi obnubilado por el engaño, la burla y la humillación.

El engaño

Se pagó un ticket importante económicamente por persona por un servicio que no fue ni miras el prometido; se dijo por los parlantes que la gente no se agolpara en las mesas ya que habría platos para todos y esto no fue cierto.

La burla

Se me tuvo con mi familia durante una hora reloj de pie haciendo una cola, luego otra y finalmente una tercera dos veces para luego decirnos que no habría para nosotros porque el dueño sólo traería postres y que el plato principal estuvo; pero que algunos atletas reiteraron o se excedieron en su porción (habiendo más de 17 mozos, poco sentido tuvo la forma de servirse), que por favor nos sentáramos y nos llevarían una nueva picada de entrada.

La humillación

Al llevarnos a la mesa la picada (no puedo llamarlo plato), le consulto al maitre si me garantiza de que no está armada con exequias de comida de dos horas antes, a lo que me dice: "de ninguna manera, señor". Al segundo bocado, me advierte un compañero que el queso que estaba por llevarme a la boca tenía una muesca con los dientes de otro atleta marcados.

Podrá decirse que me obnubilo por poco y que debería uno decir "Ohmm" y abstraerse de esto para disfrutar de la "fiesta" pero lo sentí como una falta tal de respeto que tomé la plaqueta del campeonato anual y nos fuimos.

Así que esto es lo que me quedó de la fiesta:



Por suerte, se mejora. Por algo dicen que el ser humano es de los pocos en el mundo que tropieza dos veces (o más) con la misma piedra.

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