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sábado, 20 de marzo de 2010

24 horas de San Pedro (Arg; 13-14/mar/10): crónica sureña


Transcribimos crónica de Alejandro "Kanibalito" Rey de las 24 horas de San Pedro (Arg) 2010 para Atletas del Sur

Fiesta Kaníbal SanPedrense, kilómetros free"

"Fijar una meta se convierte en propósito, una causa que genera cambios en nuestro entorno, un efecto que modifica reglas y nuestras propias condiciones y que puede llegar a estimular y afectar a otros generando necesidad de nuevas metas.

Así es que aprendí de historias “reveladas” por Karnazes y sus largas y desprolijas salidas a deshoras, de la filosofía del entrenamiento con Jurek, sobre la tenacidad, persistencia, y entrega con Marco Olmo y su Mont Blanc, sobre las metas lejanas y asequibles con Kouros, quién definió categóricamente – hoy pude comprenderlo – con total propiedad, que uno se recibe de Ultra fondista recién luego de haber completado 12 o 24 horas de competencia continua.

Pero esto no es más que teoría, alimento para la mente, para el alma, templanza para el espíritu.

En el terreno de lo físico, éste clama por saciar su sed de músculo, se revuelca y regodea en la fatiga regurgitando en cada contracción sudor.

El cansancio, la fatiga, física y mental son las batallas que se deben ganar durante gran parte de los 1440 minutos que dura la competencia.

No voy a negar que tuve a mi favor la suerte de poder compartir mucho de este tiempo en carrera con algunos de los más destacados practicantes en estas disciplinas de la región.


Seguí el desarrollo y estrategia planteada por Manzur, el paso contundente y eficaz de Umanti, la persistencia metódica y prusiana de Yeritano, el esfuerzo insistente de Sara Parisi por obtener su objetivo, la constancia de Pierpauli y la buena onda y tozudez de Mirita.

No quiero soslayar, ni pretendo minimizar en absoluto la entrega total de tantos otros experimentados, ni de aquellos que como yo iniciaban su camino en una búsqueda personal.

Sobre mi participación en las 24 horas, puedo decir muy poco, no he podido – pasada ya una semana- terminar de procesar todo lo que viví, llevaba los bolsillos llenos de sueños, anhelos y esperanzas y en menos de 24 horas me los trocaron por otros aún mas renovados.

Debo decir para no pecar por irreverente e irrespetuoso, que fui a aprender, a intentar encontrarme a mi mismo y vencerme, puedo asegurar que me divertí mucho en el intento y aún más al conseguirlo.

Tenía como preocupación el regreso, haber terminado varios maratones con la marca del esfuerzo en el cuerpo permitía pronosticar lo que sucedería luego, en el post-carrera.

Al igual que sucede con el pronóstico del clima – al menos por estas tierras – me equivoqué, retorné solo con una ampolla en un pie que debí soportar las últimas 7 horas de carrera y un poco dolor al descender las escaleras que rápidamente desapareció en un par de días.

Sería muy atrevido de mi parte hablar de “estrategia” y si en algún momento la tuve, consistió en correr todo lo que pude, trotar cuando ya no pude sostener el ritmo y caminar cuando escasearon las fuerzas, y esto solo para volver al comienzo y reiterarlo cíclicamente.

Cuando se habla de correr 24 horas o más, la primera pregunta que surge es “¿sin parar?”, la segunda “¿podes dormir?”, y enseguida viene el epíteto “estás loco”.
La respuesta a las preguntas es tan variable como la cantidad de participantes, hay quienes lo hacen en forma continua, quienes dosifican su esfuerzo, quienes duermen y quienes pelean por mantenerse despiertos hasta el fin.

Sobre la “locura” debo decir que estoy tan loco como para correr durante 24 horas y tan cuerdo como para no quedarme colgado frente a la TV o la compu.
Mi experiencia particular fue de una carrera a distintos ritmos y constante durante más de 20 horas.

Piedad pedían mis pies y no recibían más que golpes contra el asfalto, mi mente pretendió apagarse, desconectarse y sumirse en un profundo y merecido sueño, pero la torturé aún más saturándola con música.

Canté, grité, deliré, comí hasta el hartazgo, bebí mas allá de la saciedad y todo mientras corría.

Nunca imaginé que comer tallarines o tomar una sopa caliente mientras se trota o camina fuera tan fácil.

Cuando me detuve para cambiar calzado sentí tal alivio que decidí dormir por cerca de 3 horas.

Al despertarme había decidido terminar allí mismo mi participación, me empujaron de tal manera que no tuve más remedio y así como me levanté, salí a cubrir el tiempo restante de competencia, fueron los 45 minutos más maravillosos.

Luego de tomar el ritmo y dejar de lado algunas molestias, corrí nuevamente, los corrí de verdad, aunque pareció que lo soñaba, o no…, hasta el silbato final.


Algunas cosas que llamaron mi atención estaban los rostros del público que se acercaba. Cuando tomaban conocimiento de la duración de la carrera quedaban perplejos, abrumados, en silencio se sentaban a observar con una incredulidad pasmosa, pero en respetuoso silencio, absoluto, total.

Otro hecho que llamó mi atención - y denominé tal vez con escasa originalidad - fue la marcha de los “zombies”, ver a los competidores caminando erráticamente, con hombros medio caídos, sus cuerpos con el aspecto de no estar gobernados por mente alguna , respondiendo a las contracciones intermitentes de sus músculos, absolutamente genial.

Finalmente creo haber comprendido algunas cosas, creo haber encontrado respuestas que hace tiempo buscaba, pero debo reconocer por sobre todas las cosas haber aprendido mucho sobre mí, sobre el valor de las cosas y el premio al esfuerzo.

Para quienes gustan de los números y estadísticas les cuento que estas son una clase de carreras “extrañas”, “distintas”, salí por respeto al final de la fila, fui “puntero” por varias vueltas, pase a la mitad del pelotón y al fondo nuevamente y todo en el lapso de un par de horas, luego se pierde la cuenta, y la verdad no importa.


La copa, la medalla, el podio, la foto, son solo recuerdos, el privilegio de participar y tener lo necesario para terminar es lo que cuenta al pasar raya.
Quizás el paso de los días y la distancia coloquen en su espacio y perspectiva todo esto y me permita contar un poco más sobre esta experiencia.

En tanto estaría bueno que reavives esas ganas de hacerlo, te pongas tu calzado y salgas en busca de más kilómetros.

Dejo para el final y no porque sea de menor relevancia los saludos y agradecimientos y trataré de no olvidar a nadie:

- Ricardo Umanti, por el respeto, aliento y ánimos que me dio en carrera.
- Rosa Umanti, sin su empujón anímico no hubiera disfrutado los mejores 45 minutos de estas 24horas.
- Analía Razetto, por aturdirnos con su canto las primeras horas y regalarme una gran sonrisa –carcajada included-.
- Héctor Yeritano, por la previa, por el aguante -“pipi” algún día alguien podrá determinar quién de los dos está más loco- porque subsista la duda “Tensing Norgay o Sir Edmund Hillary”, porque la próxima es la mejor.
- Mirita Hernández, Amparo Bauter, Thelmo, Alejandro Cáceres, Rogelio Fernández, por el aliento desde adentro, desde afuera, al lado,
- Washington Sauda, por hacerme correr increíblemente cuando pensaba que no había con que hacerlo, por el ánimo al superarnos en cada vuelta, por ese vaso de agua fresca que me arrimaste y por no gritar más fuerte a la hora de la pizza también.
- Moacyr Casal, todavía suena en mi cabeza tu pregunta “¿querés que te despierte?”, la verdad hoy aún no tengo respuesta para ella.
- Mario Prado y familia, por el aliento, aguante y constante preocupación y cuidado, es un gusto que la organización te acompañe al costado, te acerque lo necesario hasta tu posición, te mime y te cuide.

GRACIAS!!!"

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