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sábado, 19 de julio de 2008

Esfuerzo descomunal contra la polución en Pekín


Guerra abierta contra la polución. Increible todo el esfuerzo que se esta haciendo para bajar la contaminación

La prueba más dura de los Juegos de Pekín no se disputará en el espectacular Estadio Olímpico, apodado «Nido de Pájaro» por su estructura reticular de barras de hormigón, ni en el contiguo «Cubo de Agua», sino en el cielo. Durante el mes de agosto, allí mirarán los 16 millones de habitantes de la capital y los asistentes a las Olimpiadas, confiando en que un sol radiante y una alfombra de nubes blancas se abran por fin paso entre la espesa niebla de contaminación que cubre permanentemente la ciudad.

Para cumplir con este objetivo de «cielos azules» y hacer honor a uno de los lemas de los Juegos, el de las «Olimpiadas Verdes», el Gobierno chino se ha gastado desde 1997 más de 8.300 millones de euros en mejorar el entorno de Pekín. Sin embargo, la polución es tan grave en la capital china que, a menos de un mes de que comiencen los Juegos, aún no se notan las mejorías y el cielo sigue tan gris como de costumbre.


Ocultar los malos humos

A pesar de este panorama tan dramático, las autoridades permanecen inasequibles al desaliento, toda vez que en los próximos días pondrán en marcha una batería de medidas especiales para mitigar la contaminación, o al menos ocultarla mientras duren los Juegos. «Estamos decididos a asegurar que las condiciones del aire cumplan los estándares necesarios en agosto», ha prometido en más de una ocasión el presidente del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos de Pekín (BOCOG), Liu Qi.
Para ello, el próximo día 20 se pararán alrededor de 9.000 obras que aún siguen en construcción en esta frenética megalópolis que en poco tiempo se ha poblado de futuristas rascacielos de acero y cristal. Dicha medida tiene como objetivo reducir el polvo y las partículas en suspensión que flotan en el aire sobre Pekín. Al igual que otras grandes ciudades del gigante asiático, cuya tasa de urbanización ha pasado del 28 por ciento registrado en 1993 al 47,7 por ciento de 2004, la capital china está viviendo un boom inmobiliario sin precedentes y su Producto Interior Bruto (PIB) ha crecido un 144 por ciento desde el año 2000. Como consecuencia de esta eclosión económica, desde 2002 se han construido casi 158 millones de metros cuadrados, la mayoría de ellos al margen del proyecto olímpico.


Además, miles de fábricas han cesado su actividad un mes antes de las Olimpiadas para que el humo que desprenden sus chimeneas no enturbie la atmósfera de Pekín, una de las más degradadas del mundo. Junto a las factorías de la capital china, han sido cerradas decenas de industrias en la vecina ciudad de Tianjin, a unos 100 kilómetros de distancia, y en las cercanas provincias de Shandong y Mongolia Interior.

Límites a la circulación

A partir del próximo domingo (20 jul) también dejará de circular la mitad de los 3,5 millones de coches registrados en Pekín. Siguiendo una exitosa iniciativa llevada a cabo en agosto del año pasado para acabar con los atascos y la contaminación, un día circularán los vehículos con matrícula impar y, al siguiente, los que finalicen en número par. No en vano, el tráfico se ha convertido en una de las pesadillas de la capital china, donde se venden 1.200 automóviles diarios y unos 400.000 se suman a su parque móvil cada año.

A éstos hay que descontar los 300.000 vehículos retirados de la circulación por incumplir las nuevas normas de emisión de gases contaminantes y los 79.000 viejos taxis y autobuses que han sido reemplazados por modelos más modernos.

Gracias a estos programas, tanto las autoridades de Pekín como los responsables del Comité Olímpico Internacional insisten en que la situación medioambiental de la capital china ha mejorado considerablemente. «La tendencia general es hacia mejor», sentenció un consejero medioambiental del COI, Simon Balderstone.

Además de plantarse millones de árboles, entre los logros obtenidos destacan que se ha reducido en un 25 por ciento el dióxido de azufre y el tratamiento de aguas residuales se ha doblado desde 2001; que se usa el gas natural 38 veces más que antes porque se han sustituido miles de calderas de carbón y que el año pasado hubo 245 días de cielos azules, mientras que para éste se esperan 256. Aunque el baremo chino para medir este indicador se halla muy por debajo del occidental y son menos de cien las jornadas que luce el sol en Pekín.


La culpa de todo este paisaje apocalíptico la tiene, paradójicamente, el extraordinario crecimiento industrial y económico que ha vivido China desde que, en 1978, empezara a abrirse al mundo y a la capitalista economía de mercado. Desde entonces, el «dragón rojo» ha sacado de la pobreza a 400 millones de personas y se ha convertido en la «fábrica global», disputándole a Alemania el título de tercera potencia económica mundial y amenazando con desbancar a Estados Unidos en 25 años.
Pero este auténtico «milagro económico», que se ha producido gracias a la abundancia de mano de obra barata debido a sus 1.300 millones de habitantes, ha tenido un alto coste humano y ecológico, ya que se ha alcanzado totalmente a expensas del medio ambiente.

Niveles muy peligrosos

Según el Banco Mundial, 16 de las 20 ciudades más contaminadas del planeta se encuentran en el coloso oriental, donde el 27 por ciento de sus 341 mayores urbes y 116 millones de personas padecen unos niveles de polución en el aire muy peligrosos, al tiempo que el 70 por ciento de los ríos y lagos están seriamente degradados y 300 millones de habitantes no tienen agua potable.

En el último medio siglo, la emisión de gases contaminantes a la atmósfera se ha multiplicado por nueve, destacando como principales agentes nocivos las centrales térmicas de carbón que pueblan el país, el humo de las chimeneas que desprenden las cada vez más numerosas fábricas y los coches que han proliferado por la mejora del nivel de vida. Sólo en Pekín, el año pasado se consumieron 30 millones de toneladas de carbón, principalmente para generar electricidad y alimentar calderas de calefacción. El coloso oriental, donde cada semana se construye una nueva central térmica para alimentar su crecimiento industrial, consume ya más de 2.700 millones de toneladas de carbón al año.

A juicio de algunos expertos, China se convirtió en 2005 en el primer país del mundo emisor de sustancias contaminantes al liberar a la atmósfera 25,49 millones de toneladas de dióxido de azufre, lo que supone un incremento del 27 por ciento con respecto a 2000. Como consecuencia, la lluvia ácida riega ya un tercio de la superficie del país, incluyendo vastas extensiones de cultivo, y a 298 áreas urbanas.

Sólo el 1 por ciento de los 560 millones de chinos que habitan en las ciudades respiran un aire considerado seguro por la Unión Europea. Pero este problema no sólo afecta al gigante asiático, pues la contaminación llega hasta Corea del Sur, Japón e incluso Estados Unidos, al otro lado del Pacífico.

Uno de los elementos más nocivos son las diminutas partículas en suspensión que flotan en el aire, que proceden del fino polvo de las obras, los aerosoles y el hollín y tienen menos de diez micras de diámetro PM10). En Pekín, dicha tasa es entre tres y cuatro veces superior a la permitida por la Organización Mundial de la Salud, lo que sitúa el aire de la ciudad al mismo nivel que El Cairo.

fuente: Megainformes

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