RE-CORRIENDO JUNTOS
Correr puede ser una actividad individual o colectiva. Quienes lo asumen en forma grupal experimentan un proceso que, además de los beneficios corporales conocidos, genera lazos integradores y cohesivos indescriptibles aun cuando muchas veces los equipos reúnen una población heterogénea de personas sin distingos culturales, políticos, religiosos o socio-económicos.
Quien corre en un equipo asume la identidad que simboliza la camiseta a la que representa más allá de sus propios intereses. Adquiere un sentido de pertenencia y solidaridad muy particular, más allá de si la adopta como una actividad competitiva o meramente recreativa.
Para potenciar el espíritu del grupo, con frecuencia se realizan encuentros (organizativos, entrenamientos compartidos, comidas, salidas o viajes juntos a carreras con las familias, etc.) que son igual o más importantes que las propias competencias para el espíritu común.
En Uruguay hay más de 130 equipos distintos de corredores -la mayoría amateurs- que tienen una idiosincrasia que los representa como unidad, con delegados o capitanes que los ayudan a organizarse y divisiones de roles en la interna (hay quienes se encargan del transporte, la difusión, la vestimenta, la búsqueda de esponsorización, la cobranza de cuotas mínimas que permitan un mejor funcionamiento autónomo, el apoyo logístico en las competencias, las reuniones y comidas, entre otros).
La mayoría de los equipos son mixtos y con rangos etáreos muy variados, lo que permite que padres e hijos compartan la actividad. Incluso, cuando un miembro no corre, generalmente asiste con apoyo logístico en puestos de hidratación, comida, fotografía o simplemente alentando a su familia y el resto con carteles y banderas o formando un túnel humano en las pasadas o llegadas. Esto potencia los lazos en actividades comunes que motivan tanto a grandes como a chicos.
En muchas carreras, se realizan travesías previas de 2k (para niños de hasta 12 años) o de 5k (para adolescentes de 13 a 17). Esto permite a los padres ver correr a sus hijos, que los alienten y acompañen antes de sus competencias.
En otras ocasiones, largan y corren juntos, no importando muchas veces el tiempo; o en otros casos sí, compitiendo sanamente entre generaciones de la familia.
En la llegada de una carrera o entrenamiento, luego de un descanso, es común que varios de los que arribaron primero vayan a buscar a los últimos y lleguen junto a los rezagados alentándolos.
Contrariamente a lo que a veces se predica en los medios con la imagen exitista de que quien compite corre para ganar, cuando se hace con gusto, se participa para llegar, no importando la edad ni los obstáculos. En la Agrupación de Atletas del Uruguay, entidad amateur que semana a semana reúne a 900 personas, hay competidores que superan los 70 años, grupos de ex obesos (ALCO) que vieron en el deporte una solución real, ciegos con sus lazarillos y algunos correcaminantes que han sufrido, por ejemplo, hemiplejías u otras discapacidades y han logrado mejorías importantes con la actividad constante, su perseverancia y el apoyo.
Siempre que se regule con chequeos o controles médicos periódicos y se eviten excesos y desgastes, el atletismo conlleva resultados positivos que potencian el rendimiento y, con él, el ánimo.
Cada tanto, algunos equipos organizan entrenamientos abiertos o competencias que, además de integrar, convocan y permiten difundir la filosofía del organizador. Para éstas hay que tener en cuenta diversos elementos:
- Autorizaciones deportivas frente a la Confederación Atlética del Uruguay y las áreas de Deportes y Tránsito de la IMM.
- Cierre de calles (vinculado al punto anterior pero sumando la infraestructura: vallas, conos, cintas de cierre, voluntarios).
- Registro de inscripciones.
- Confección de números (papel resistente) y alfileres de gancho.
- Medición de los kilómetros en el piso o con señaladores.
- Guardabultos.
- Servicios higiénicos.
- Organización del calentamiento y estiramiento con instructores de educación física.
- Arco de largada y llegada, tubo de salida con esponsors y cerramiento, reloj de llegada.
- Registro de tiempos (alfombras/chips, relojes o planillados manuales)
- Hidratación (dos puestos cada 5 kms, tres en 10k, insumos hídricos o de cereales y frutas, y voluntarios)
- Servicios médicos (carpa médica y ambulancias)
- Baños y posibles duchas a la llegada
- Equipos de sonido
- Podio, premios, trofeos o medallas.
- Voluntarios para todas las tareas.
Más allá de lo comúnmente expresado sobre los beneficios de practicar un deporte, la experiencia demuestra realmente que al iniciar la actividad atlética en forma colectiva muchas personas logran un mayor compromiso, estabilidad y responsabilidad personal, así como desarrollan más interés por el cuidado de su propia salud. Se acostumbran a entrenar dos o tres veces a la semana en diversas condiciones climáticas, reducen vicios, mejoran su alimentación y evitan el sedentarismo. La actividad atlética constante genera endorfinas que mejoran el estado de ánimo a la vez que baja el riesgo de sufrir un accidente cardiovascular. El colesterol, la presión arterial y la diabetes se controlan mejor. Se potencia el uso del tiempo libre en forma conjunta, se desarrollan las competencias comunicativas y sociales y, si se realiza en familia, se potencian los lazos internos, entre otros beneficios.
Correr para algunos es sólo una afición. Para otros, un hábito, un vicio, su locura personal. A modo de conclusión, se adjuntan dos textos que lo testimonian:
"ESOS LOCOS QUE CORREN
Marciano Durán
(Uruguay, http://www.marcianoduran.com.uy/?p=289)
Yo los conozco.
Los he visto muchas veces.
Son raros.
Algunos salen temprano a la mañana y se empeñan en ganarle al sol.
Otros se insolan al mediodía, se cansan a la tarde o intentan que no los atropelle un camión por la noche.
Están locos.
En verano corren, trotan, transpiran, se deshidratan y finalmente se cansan… sólo para disfrutar del descanso.
En invierno se tapan, se abrigan, se quejan, se enfrían, se resfrían y dejan que la lluvia les moje la cara.
Yo los he visto.
Pasan rápido por la rambla, despacio entre los árboles, serpentean caminos de tierra, trepan cuestas empedradas, trotan en la banquina de una carretera perdida, esquivan olas en la playa, cruzan puentes de madera, pisan hojas secas, suben cerros, saltan charcos, atraviesan parques, se molestan con los autos que no frenan, disparan de un perro y corren, corren y corren.
Escuchan música que acompaña el ritmo de sus piernas, escuchan a los horneros y a las gaviotas, escuchan sus latidos y su propia respiración, miran hacia delante, miran sus pies, huelen el viento que pasó por los eucaliptos, la brisa que salió de los naranjos, respiran el aire que llega de los pinos y entreparan cuando pasan frente a los jazmines.
Yo los he visto.
No están bien de la cabeza.
Usan championes con aire y zapatillas de marca, corren descalzos o gastan calzados. Traspiran camisetas, calzan gorras y miden una y otra vez su propio tiempo.
Están tratando de ganarle a alguien.
Trotan con el cuerpo flojo, pasan a la del perro blanco, pican después de la columna, buscan una canilla para refrescarse… y siguen.
Se inscriben en todas las carreras… pero no ganan ninguna.
Empiezan a correrla en la noche anterior, sueñan que trotan y a la mañana se levantan como niños en Día de Reyes.
Han preparado la ropa que descansa sobre una silla, como lo hacían en su infancia en víspera de vacaciones.
El día antes de la carrera comen pastas y no toman alcohol, pero se premian con descaro y con asado apenas termina la competencia.
Nunca pude calcularles la edad pero seguramente tienen entre 15 y 85 años.
Son hombres y mujeres.
No están bien.
Se anotan en carreras de ocho o diez kilómetros y antes de empezar saben que no podrán ganar aunque falten todos los demás.
Estrenan ansiedad en cada salida y unos minutos antes de la largada necesitan ir al baño.
Ajustan su cronómetro y tratan de ubicar a los cuatro o cinco a los que hay que ganarles.
Son sus referencias de carrera: “Cinco que corren parecido a mí”.
Ganarle a uno solo de ellos será suficiente para dormir a la noche con una sonrisa.
Disfrutan cuando pasan a otro corredor… pero lo alientan, le dicen que falta poco y le piden que no afloje.
Preguntan por el puesto de hidratación y se enojan porque no aparece.
Están locos, ellos saben que en sus casas tienen el agua que quieran, sin esperar que se la entregue un niño que levanta un vaso cuando pasan.
Se quejan del sol que los mata o de la lluvia que no los deja ver.
Están mal, ellos saben que allí cerca está la sombra de un sauce o el resguardo de un alero.
No las preparan… pero tienen todas las excusas para el momento en que llegan a la meta.
No las preparan…son parte de ellos.
El viento en contra, no corría una gota de aire, el calzado nuevo, el circuito mal medido, los que largan caminando adelante y no te dejan pasar, el cumpleaños que fuimos anoche, la llaga en el pie derecho de la costura de la media nueva, la rodilla que me volvió a traicionar, arranqué demasiado rápido, no dieron agua, al llegar iba a picar pero no quise.
Disfrutan al largar, disfrutan al correr y cuando llegan disfrutan de levantar los brazos porque dicen que lo han conseguido.
¡Qué ganaron una vez más!
No se dieron cuenta de que apenas si perdieron con un centenar o un millar de personas… pero insisten con que volvieron a ganar.
Son raros.
Se inventan una meta en cada carrera.
Se ganan a sí mismos, a los que insisten en mirarlos desde la vereda, a los que los miran por televisión y a los que ni siquiera saben que hay locos que corren.
Les tiemblan las manos cuando se pinchan la ropa al colocarse el número, simplemente por que no están bien.
Los he visto pasar.
Les duelen las piernas, se acalambran, les cuesta respirar, tienen puntadas en el costado… pero siguen.
A medida que avanzan en la carrera los músculos sufren más y más, la cara se les desfigura, la transpiración corre por sus caras, las puntadas empiezan a repetirse y dos kilómetros antes de la llegada comienzan a preguntarse que están haciendo allí.
¿Por qué no ser uno de los cuerdos que aplauden desde la vereda?
Están locos.
Yo los conozco bien.
Cuando llegan se abrazan de su mujer o de su esposo que disimulan a puro amor la transpiración en su cara y en su cuerpo.
Los esperan sus hijos y hasta algún nieto o algún abuelo les pega un grito solidario cuando atraviesan la meta.
Llevan un cartel en la frente que apaga y prende que dice “Llegué -Tarea Cumplida”.
Apenas llegan toman agua y se mojan la cabeza, se tiran en el pasto a reponerse pero se paran enseguida porque lo saludan los que llegaron antes.
Se vuelven a tirar y otra vez se paran porque van a saludar a los que llegan después que ellos.
Intentan tirar una pared con las dos manos, suben su pierna desde el tobillo, abrazan a otro loco que llega más transpirado que ellos.
Los he visto muchas veces.
Están mal de la cabeza.
Miran con cariño y sin lástima al que llega diez minutos después, respetan al último y al penúltimo porque dicen que son respetados por el primero y por el segundo.
Disfrutan de los aplausos aunque vengan cerrando la marcha ganándole solamente a la ambulancia o al tipo de la moto.
Se agrupan por equipos y viajan 200 kilómetros para correr 10.
Compran todas las fotos que les sacan y no advierten que son iguales a las de la carrera anterior.
Cuelgan sus medallas en lugares de la casa en que la visita pueda verlas y tengan que preguntar.
Están mal.
-Esta es del mes pasado- dicen tratando de usar su tono más humilde.
-Esta es la primera que gané- dicen omitiendo informar que esa se la entregaban a todos, incluyendo al que llegaba último y al inspector de tránsito.
Dos días después de la carrera ya están tempranito saltando charcos, subiendo cordones, braceando rítmicamente, saludando ciclistas, golpeando las palmas de las manos de los colegas que se cruzan.
Dicen que pocas personas por estos tiempos son capaces de estar solos -consigo mismo- una hora por día.
Dicen que los pescadores, los nadadores y algunos más.
Dicen que la gente no se banca tanto silencio.
Dicen que ellos lo disfrutan.
Dicen que proyectan y hacen balances, que se arrepienten y se congratulan, se cuestionan, preparan sus días mientras corren y conversan sin miedos con ellos mismos.
Dicen que el resto busca excusas para estar siempre acompañado.
Están mal de la cabeza.
Yo los he visto.
Algunos solo caminan… pero un día… cuando nadie los mira, se animan y trotan un poquito.
En unos meses empezarán a transformarse y quedarán tan locos como ellos.
Estiran, se miran, giran, respiran, suspiran y se tiran.
Pican, frenan y vuelven a picar.
Me parece que quieren ganarle a la muerte.
Ellos dicen que quieren ganarle a la vida.
Están completamente locos."
Marciano Durán
Marzo 2008
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"- Y... ¿GANASTE?"
(Héctor Yeritano, capitán de Atletas del Sur; www.atletasdelsur.org)
"- Y... ¿ganaste?". Clásica pregunta, muy frecuente al otro día de una carrera, sobre todo de aquellas personas que saben mi afición a las carreras y con las cuales me relaciono a diario.
No me queda claro si esperan “¡Llegué primero!” para decirles a los demás "¡Ché, viste el flaco salió primero y nosotros lo conocemos! O si esperan el clásico “¡me fue bien, pero salí xxx en la general y xxx en mi categoría!” e internamente piensan “pa qué corre tanto si nunca sale primero”.
Reconozco que todavía no sé cómo salir airoso a esta pregunta; no porque no sepa la respuesta sino porque no sé cómo decirles en pocas palabras que siempre gano aun cuando no me suba a un podio.
La relación deporte-salud es tan intuitiva que no resiste la menor discusión (aún en los deportes extremos). Lo que no resulta tan intuitivo o por lo menos pocos se toman el tiempo para hablar o escribir es sobre los “beneficios por empatía” que genera el atletismo.
El iluminado de Saint Exupéry escribió aquello de "lo esencial es invisible a los ojos", cita muy acertada si se trata de entender esto.
Pasamos tanto tiempo buscando datos y recetas para correr más rápido que omitimos que aún con datos y recetas no se termina ninguna carrera cuantos confiamos meses de entrenamiento a "esa carrera" y ésta desmorona sin aviso. No hay tal derrota, pensemos en el entramado de cosas que se dan en la previa, durante o post carrera e imaginen la perspectiva de ir a una competencia y encontrarte con "hoy el viento sopla con una velocidad de 23,7 kmt/h, lo que significa una pérdida de rendimiento del 11,2% en relación a... y la humedad del 94% afecta mi capacidad para absorber oxígeno en 3,78% a nivel del mar... o si la placa que te hicieron de rodilla usaron gel de contraste".
Sinceramente espero encontrarme con "Los". Los que te mandan la foto a tu correo, los que se anticipan y si te falta un mango para la carrera te dice "Dale, no faltes yo te aguanto", los que te invitan a pasar un fin de semana en su casa, los que te llaman tres o cuatro veces por semana, los que lesionados van a una etapa a alentarte, los que en lugar de preguntar "¿Qué dan?” te preguntan “¿qué necesitás?”, los que te acompañan a Tres Cruces a despedirte, los que la noche de bodas pasan en un micro rumbo a un Maratón o los que ponen una Plaza de comidas en la rambla el Domingo 29.
Cada viaje a una carrera es una experiencia única, te acerca más y más al mundo interior de cada atleta, aprendés a respetarlo como si fuera tu hermano, se comparten secretos y mañas y, aunque te toque dormir en un hotel de cuarta con un debutante en ultraMarathon, tenés asegurada la lección.
Con propiedad puedo asegurar cómo se sintió Dardo cuando se llevó el Primer Puesto en San Pedro; yo estuve ahí, no me lo contaron; vi alegría en la cara de Jorge Xavier de Sayago al bajar una hora su tiempo; yo estuve ahí, no me lo contaron; yo estuve al Lado de Tabárez cuando cayó desmayado en la "Columbia Lobos" y, aunque se lo querían llevar en ambulancia a Maldonado, el loco se levantó y, tambaleando, llegó a la meta. Sé del susto que tuvo Julito Perera de Juan Lacaze en la previa de Cascallares y cómo volvió.
¿Cuántos de uds. conocen historias similares? Seguramente muchos, y seguramente más motivadoras que saber la relación costo beneficio de las carreras o teorizar un rendimiento en maratón basado en una formula matemática.
Hay tanto altruismo en una carrera de calle que merece ser contado o transmitido y es acá donde yo debería responderle a mi interlocutor: “Sí, siempre gano, aún si me tienen que ayudar a llegar”.
Héctor Yeritano ("el tío", Atletas del Sur)
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referencia: Marcos Medina (HALCONES). Fundamentación sobre las ventajas de correr en equipos. 01/set/08
PUBLICADO EN HALCONES EL 7 DE NOVIEMBRE DE 2008
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